sábado, 4 de mayo de 2013

BABIA . Laura Gil Martínez.

Esto era una familia madrileña compuesta por el padre llamado Antonio, la madre que se llamaba Eva y sus dos hijos, Silvia y David. Al acabar el curso, pensaron que estarían bien unas vacaciones familiares para desconectar de la rutina. Todos los veranos hacían este tipo de viajes, y ya habían visto gran parte de España. Estuvieron hablando y decidieron visitar Babia, en León, donde tenían unos primos a los que querían visitar por sorpresa. Pasados unos días tenían ya todo preparado y se dirigían al aeropuerto de Barajas. Ya estaban llegando a Babia cuando empezaron a producirse turbulencias. El piloto no podía controlar el avión. La situación era crítica. Eva y Juan se asustaron mucho. Al final todo terminó, pero el avión tuvo que aterrizar en Valladolid porque no era seguro para los pasajeros. El piloto dijo que enseguida llegaría otro avión para recogerlos, pero pasaban las horas y seguían allí. El avión se había retrasado e iría a buscarlos por la mañana. La familia decidió pasar la noche en un hotel. Al día siguiente acudieron al aeropuerto y un nuevo avión les recogió.
Por fin llegaron a Babia. Tenían muchas ganas de ver a sus primos. Cuando llegaron fueron al hotel a dejar las maletas y a continuación se fueron a casa de sus primos. Tocaron el timbre pero nadie contestaba. Muy preocupada, Eva llamo a su prima Lorena y ella le dijo que se habían mudado por cuestiones de trabajo, pero que no le pudo avisar porque le robaron el móvil, donde tenía guardado su número de teléfono. La familia estaba disgustada. No sabían que hacer. Para animar a sus hijos,
Antonio les propuso quedarse en el hotel unos días para ver lugares de Babia. A todos les pareció buena idea y se quedaron tres días. Vieron bastantes lugares, pero a Silvia y a David todos les parecían igual de aburridos. Pasados estos días volvieron a preparar las maletas para irse a Madrid.
Los niños estaban tristes porque aunque se habían quedado unos días, no habían tenido las vacaciones familiares que tanto deseaban. Cogieron el avión para volver a casa. No sabían lo que allí les esperaba. La abuela materna de los niños, Lola, tenía la llave de su casa. Como le llamaron para contarle lo que les había pasado, el día que llegarían a Madrid y lo disgustados que estaban los niños, decidió prepararles una fiesta sorpresa de bienvenida. Invitó a los amigos de Silvia y David y a los familiares cercanos. Cuando llegaron a casa ya estaban todos allí. Decoraron el salón, pusieron música y prepararon una gran cena. Los niños estaban muy contentos y muy orgullosos de su abuela. Esperaban que las siguientes vacaciones fueran mejores que les que habían tenido ese año, aunque ahora sabían que es mejor estar en Madrid que estar en Babia.

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