domingo, 5 de mayo de 2013

EL CHICO QUE LLORABA LÁGRIMAS DE COCODRILO. Manu Moros.

Aquel chico siempre estaba llorando, lloraba por todo: por un examen que suspendía, por un juego que no se le daba bien, porque nadie quería ir con él…Un día sus padres lo llevaron al psicólogo, cansados de que siempre estuviese llorando. El psicólogo vio cómo lloraba y se fijó en que sus lágrimas no eran normales.
El psicólogo llamó  a unos oculistas y le dieron cita para estudiar sus ojos.
Llegó el día que tenía que ir pero él no quería acudir . Entonces lloró como nunca había llorado en su vida. A sus padres les dio igual y lo llevaron.
En la consulta de los oculistas seguía llorando y llorando y uno de los médicos cogió un cubo y se lo puso debajo. En cuanto estuvo lleno vio que no eran lágrimas normales. Eran de otro color, más bien verdosas, y de un tamaño enorme. Decidieron investigar con ellas y las mandaron analizar.
Al cabo de quince días llegaron los resultados. ¡ESE NIÑO ERA MEDIO COCODRILO Y MEDIO HUMANO! ¿Cómo podía haber ocurrido eso? Era un caso único de la ciencia. Por eso, lloraba y le caían esos lagrimones. ¡ERAN LÁGRIMAS DE COCODRILO!
Los médicos no sabían que podía haber ocurrido y le preguntaron a sus padres mil cosas. Lo querían saber todo desde que nació. Pero sus padres no recordaban nada extraño. Él había nacido en el hospital de Sagunto y era un niño normal, bueno un poco llorón eso sí y con unos lagrimones muy gordos siempre.
Los médicos siguieron preguntando y les dijeron si alguien de la familia era tan llorón como él. Pero no. Nadie había llorado nunca tanto.
Entonces le extrajeron más sangre y siguieron investigando. Y nada los análisis salían igual. Era un niño cocodrilo.
Los padres seguían pensando y pensando y el niño llorando y llorando. Tanto pensar y llorar que la madre se acordó de una cosa que podría ser importante: ¡SU VIAJE A EGIPTO! Y se lo contó a los médicos.
Hacía trece años el padre y la madre se habían ido de vacaciones una semana a Egipto. Un día estaban viendo las orillas del Nilo que están llenas de cocodrilos. La madre estaba embarazada y de repente le entró mucha sed. Miró en su cantimplora y estaba vacía y ella se moría de sed. No podía aguantar más. Entonces, cuando los cocodrilos no miraban, llenó agua del río y se la bebió. Fue una locura pero lo hizo.
-¡Ya lo tenemos! dijeron los médicos-¡Caso resuelto!
Resulta que en el agua que se había bebido la madre había ADN de cocodrilo y como estaba embarazada se mezcló con el del bebé.
 Los médicos le dijeron:
-No se queje, señora, podría haber sido peor. Podría tener los ojos amarillos o el hocico puntiagudo o los dientes de sierra y sólo tiene las lágrimas de cocodrilo y siempre puede trabajar en el circo…
Los padres se conformaron y el niño siguió llorando aunque ahora nadie le hacía ya caso de sus lágrimas de cocodrilo.

1 comentario:

  1. No cambiaría nada, si no que alargaría un poco más la historia. (La haría un poco más interesante)

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