Esto era una joven llamada Blanca Nieves. Era una chica alta, delgada, de pelo largo y moreno, ojos castaños, simpática y graciosa. Solía vestir con una falda larga amarilla, una camiseta azul ajustada y una cinta roja en la cabeza.
Blanca Nieves trabajaba duro día a día, limpiando las casas de la gente con dinero. Ella vivía en un pueblecito de la Sierra Espadán. Era muy buena chica. Le gustaba ir a recoger frutos al bosque, no había tarde que no faltase al paseo. Bueno, pues en una de esas tardes, caminando y con la bolsa llena de fruta, vio a un conejo blanco a lo lejos en medio del camino. A ella le gustaban mucho los animales; si veía uno en peligro no dudaba en ir a ayudarlo. Conforme iba avanzando se dio cuenta de que se había herido la pata. Blanca Nieves, sin pensárselo dos veces, fue corriendo. Iba tan deprisa que no vio el tronco que había en el suelo y se tropezó. Ella se cayó y se hizo una herida en la rodilla. Pensó en regresar, pero era mucho camino e iba medio coja, entonces decidió buscar un lugar más cercano. Por el camino recogió al conejo y se lo llevó con ella. Al final encontró una casa, y a la que se disponía a llamar se dio cuenta de que estaba abierta. Blanca Nieves entró sin saber qué o quién podría haber ahí dentro. Más tarde comprobó que no había nadie. Buscó por toda la casa hasta encontrar algo con lo que curarse tanto ella como al conejo. Una vez curado, dejó al conejo libre y ella como agradecimiento, limpió aquella extraña casa.
Estaba súper cansada del paseo y de haber estado limpiando, a si que subió al piso de arriba y vio una habitación con tres camas. Se tumbó en la más cercana a la puerta.
Al cabo de unas horas entraron a la casa tres cerditos sucios y cansados. Venían de trabajar. Ellos extrañados por lo limpia que estaba la casa subieron a ver que más sorpresas se iban a encontrar. De repente ¡ZAS! Se encuentran a Blanca Nieves durmiendo. No sabían qué hacer si dejarle dormir o despertarla. Tras haberlo pensado creyeron que era mejor dejarle dormir. Pasaron horas y Blanca Nieves seguía sin despertarse, a si que optaron por despertarla, y tras largos intentos por fin lo consiguieron. Ella se asustó al verlos. No sabía qué hacer, estaba tan nerviosa. Uno de los cerditos quiso animarla a hablar y entonces ella explicó lo que había ocurrido.
Una vez todo aclarado, Blanca Nieves se despidió de los cerditos, ya que quería regresar a casa. Ellos no querían que se fuese. No la conocían de nada, pero solo con lo poco que sabían de ella, la ficharon en el apartado de buena gente.
Total que tras unos minutos de debate, que si que no, Blanca Nieves aceptó quedarse hasta la hora de dormir. Los tres cerditos se alegraron mucho.
Llegó la hora de cenar y Blanca Nieves había preparado un plato que olía bastante bien. Eso atrajo a la loba, que estaba atenta de todos los movimientos. Tenía envidia, ya que Blanca Nieves era hermosa y ella una simple loba, así que pensó en un plan.
Una vez habían acabado de cenar y de charlar un rato, llegó el momento de marcharse.
Esta vez sí. Blanca Nieves se despidió de los tres cerditos y viceversa. Ellos entristecieron la cara, y ella prometió volver a verse. Por el camino, se cruzó con la loba. Esta le ofreció una manzana, Blanca Nieves la aceptó y cada una siguió por su camino.
A la mañana siguiente, para desayunar, la joven chica se tomó la manzana que le regaló la loba. Parecía estar en buen estado, pero la loba la había envenenado.
Al cabo de unas horas, Blanca Nieves emprendió el paseo de todos los días, pero esta vez hasta casa de los cerditos. Faltaban unos metros para llegar cuando… se desmayó.
Cuando uno de los tres cerditos iba a buscar comida, se encontró con Blanca Nieves y fue corriendo a llamar al resto de hermanos. Entre todos la metieron en casa e intentaron despertarla, pero nada, no valía la pena seguir intentándolo.
A los cerditos se les hacían los minutos larguísimos, no sabían qué hacer. Estaban todos con la lágrima en el ojo. La loba en uno de esos momentos pasó por allí para ver que tal iba la cosa. Todo había salido a pedir de boca. Aunque no sabía muy bien lo bueno de todo esto, ella se fue contenta y satisfecha a casa de su trabajo.
Pasaron las horas, y por fin los cerditos decidieron enterrarla en el bosque. La loba, siempre atenta de sus movimientos, les siguió. Ella alegre miraba desde detrás de un árbol. Llegó el momento, dijo uno de los cerditos. Hicieron un hoyo, y a ella la metieron en una caja de cristal. El mayor de los hermanos hizo un discurso de despedida y a la que se disponían a enterrarle… La loba, sin más, saltó e impidió el evento. No sabía muy bien que estaba haciendo. Tenía un lío en la cabeza (que si irse, que si quedarse y decir la verdad, que había hecho algo malo, que había hecho algo bueno,…) Se estaba volviendo loca. Una vez ya con las cosas claras explicó lo sucedido. Les dijo que ella tenía la solución para curarla.
Los tres cerditos volvieron a llevarla a casa y la loba de mientras fue a la suya a por la pócima.
Una vez la loba en casa de los cerditos, le echó la pócima por encima a Blanca Nieves y ella rápidamente se despertó.
La loba le explicó lo sucedido y pidió disculpas por aquello. Blanca Nieves estaba asustada al mismo tiempo que alucinada. Tras descansar un poco y pensarlo, Blanca Nieves decidió no volver a verla nunca más. En el fondo le dolía, ya que era una gran admiradora de los animales, pero las cosas como son. No quería arriesgarse. Esa misma noche la loba se marchó del pueblo.
Años después, se supo que la loba había encontrado un nuevo pueblo en el que era feliz. Y Blanca Nieves, tras la muerte de sus padres, se fue a vivir con los tres cerditos.
Me a gustado el cuento en concreto;no cambiaría nada;a mi me gusta mucho;y no hay nada en el cuento que no me guste.
ResponderEliminarBesos.
Está muy bien todo. No hay que cambiar nada. Muy chulo.
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