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NARRACIÓN:
Un día María pasó muy airosa hacía la masía con un mapa en la sisa, se paró al ras del río y
aspiró el aroma de un ramo de rosas, el sapo Proa que la oía pasar le dijo si podía ir con ella.
María asió a Proa y la puso en la asa de su cesta. Al paso del páramo la osa Sara salió entre las
ramas:
- ¿Dónde vais tan aprisa?-preguntó la osa.
- Nos piramos a misa y a llevar esta cestita a la morsa Sosa que tiene asma- contestó María
mientras acariciaba el lazo de raso de su simpa.
-Pues me uno a vosotros y le llevaré esta poma y unas moras a mi prima la raposa Marisa que
está haciendo misa.
María, el sapo y la osa entre rimas y risas pasaron por el paraíso de la prosa, allí se ora con
amor, cruzaron el país de las sampas donde un rispo amir es el amo de las armas y de la pasma
de todo Paris. Al pisar la rampa de la sima se oía un arpa que sonaba con ira al posar el
cadáver de la ama del amir que había muerto por amor hacia él, al terminar la raposa Marisa
que era muy arpía misó en doctrina masora y ya en su casa se asó la rica poma y comió unas
moras.
En un par de horas llegan al mar allí está la morsa con su prima la marsopa Amparo que la
amparó todo el día.
-¿Qué traes María con ese buen aroma que aspiramos desde aquí?- preguntó Amparo.
-Traigo una rica sopa de pasas y apio para el asma de Sosa, un poco de masa de soma que
amasó mi primo Mario, unas piezas de ropa y un ramo de rosas.-contestó María mientras roía
un rapo.
-No es asma, es una raspa de una lamia, que llevo atravesada en la garganta- dijo la morsa con
voz muy sosa.
María le hizo tragar una bolita de masa y la raspa desapareció y así entre risas y misas se armó
un sarao
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